Había en los tiovivos que recuerdo, una atracción con distintos tipos de vehículos: el camión de los bomberos con sus campanas, el coche de época con su bocina… y la cazuela africana, con un volante en medio que hacía girar “el guiso caníbal”.
Estos meses se resumen en eso: un giro constante, profundización, descubrir cosas crudas pero reales y bastante mareo… Un verano convulso.
Me he bajado de la cazuela, y he recuperado poco a poco la habilidad de andar en línea recta. He tardado tiempo en comprender que la que giraba era yo y no el paisaje.